18 dic 2007

TEMAS RECOMENDADOS: Cuidar a los que cuidan


Periodicamente iremos publicando temas que no tienen mucho espacio en medios de difusiòn o bien no son tratados como realmente se merecen desde distintos abordajes.
Quienes deben cuidar personas también necesitan ser cuidados.
Aqui tienen algunos informes interesantes:

http://www.elpais.com/articulo/salud/Cuidar/cuidan/elpsalpor/20010102elpepisal_3/Tes

La calidad de la atención a los pacientes depende también del estado de salud de aquellos que la brindan. Los que cuidan a los demás, en cualquiera de las formas que esto ocurre, realizan para ello, en muchos casos, grandes esfuerzos y sacrificios. Ellos merecen nuestro respeto, nuestro reconocimiento y nuestra atención.
Por: Miguel Ángel Roca Perara
Aunque la tecnología y los procedimientos biomédicos han alcanzado un desarrollo impresionante (que tributa con efectividad al restablecimiento de la salud, la prolongación de la existencia y la optimización de la calidad de vida), la presencia e importancia de lo humano, de los factores psicológicos y sociales en cualquier tipo de enfermedad, resultan imprescindibles para una atención integral de salud, para una eficaz atención y tratamiento del paciente, y para su pronta reinserción social.

Al declarar esto no se está descubriendo el agua tibia, por el contrario se está actualizando uno de los más viejos y valiosos aforismos en las ciencias de la salud: "no existen enfermedades, existen enfermos", es decir, personas que nunca dejan de serlo aun en el peor de los estados de salud, incluidos los terminales.

Afortunadamente este es un paradigma que está muy claro en el quehacer de la mayoría de los profesionales de salud, sumamente permeados de una visión humanista de su actividad y sus actitudes para con las personas que cuidan: sus pacientes. Pero enfoque aún más integral de la salud humana es no solo atender preocuparse del que recibe cuidados, sino prestar atención precisamente a aquel que brinda los cuidados; a aquellos, que son muchos, y que de una u otra forma están trabajando en favor de vida de un semejante.

Aun a riesgo de apoyarme en experiencias personales, quiero compartir con el lector una anécdota que fue la que me llevó a una más cabal y concreta comprensión real de lo anterior y que ha dado llamarse la atención al "cuidador" (caregiver). Mi tesis de Doctorado trató sobre los procesos psicológicos de afrontamiento a las enfermedades oncológicas pediátricas, y después de estudiar muchas aristas del tema, una enfermera se acercó a uno de mis estudiantes, y de manera muy amable, pero muy firme le dijo:

"Ustedes estudian muchas cosas bonitas, que si la auto imagen del niño, que si la familia del niño, que si la vuelta del niño a la escuela y a sus coetáneos... pero ¿cuándo van a preguntarnos qué es lo que pasa con nosotros los que estamos a su lado y con su familia, todo el tiempo, en los momentos más difíciles?"

Aquel reclamo fue genial, porque el bienestar o el óptimo funcionamiento de cualquier paciente guarda estrecha relación también con el bienestar y la satisfacción de aquel que se ocupa sus cuidados. Entiéndase que nos estamos refiriendo al personal de salud y también a los familiares que tienen que hacer efectivas las prescripciones médicas cuando el enfermo está el hogar y que, con frecuencia, tienen que hacer cambios dramáticos en su existencia habitual para dedicarse, o consagrarse, al cuidado intensivo de la persona enferma a veces durante muy largos períodos, lamentablemente en muc

has ocasiones de manera paliativa, sin lograr el restablecimiento deseado. Porque si bien el enfermo es una persona, también lo es quien, cualquier nivel, lo cuida y que seguramente lo hará mejor si él también se siente cuidado y respetado como ser humano.

Piense el lector que ese genial cirujano que hace una impresionante operación de más de seis horas de duración y que al terminar tiene aún ganas de ir a tranquilizar a los familiares con una sonrisa en los labios no es invulnerable a los avatares de la vida y puede estar afrontando serios problemas familiares, materiales e incluso su propia salud, de los cuales sus beneficiarios a veces ni se enteran... merece reconocimiento y respeto.

Piense en la enfermera, lo mismo la que permanece largas y monótonas pero vigilantes horas frente a un monitor en una sala terapia intensiva, como la que trabaja en la comunidad y tiene que ir cada doce horas a la casa de un viejito sin amparo a ponerle unas inyecciones que resultan decisivas para la vida de aquel. Muchas veces lo hacen sin poder quitarse de la cabeza la preocupación por un hijo adolescente que anda con malas compañías o preocupación por los serios problemas de convivencia hogareña que está inmersa. Así y todo cumple con seriedad con sus deberes... merece reconocimiento y respeto.

Piense en la mujer o el hombre maduro quien de pronto tiene interrumpir todos sus planes y proyectos para dedicarse casi por entero a la atención de un padre anciano, o a la atención de cónyuge con una enfermedad crónica o a la atención de un niño o una niña con una discapacidad. Su vida cambió casi por completo y en estos momentos, lamentablemente, muchos le dejan solo en el empeño... merece no solo reconocimiento y respeto, sino también ¡mucha ayuda y solidaridad!

Y es que ¡no seamos ingenuos! porque si bien el altruismo y la consagración de cualquiera de estos cuidadores es un potencial favorecedor del restablecimiento de la salud de la persona "cuidada", cuando el grado de malestar es elevado en cualquier cuidador, su molestia se puede revertir negativamente en una inefectiva atención del paciente quien puede, así, ver comprometida su salud, y no beneficiarse de todas las posibilidades que le brindan los progresos de la ciencia.

Por eso, una buena atención integral de salud que persiga la calidad total tiene que contemplar el cuidado de los que cuidan y la preocupación por su bienestar, lo que bien podría sintetizarse en una de las más bellas palabras de la lengua castellana: solidaridad humana.

Tomado de la sección Salud del periódico Trabajadores